Fashionable mother with daughter. Family in a spring park. Woman in a blue shirt

Sobre Ser Madre, Mamá

Me pidieron que escribiera acerca de ser madre, algo así como una lista de pros y de contras, pero no puedo. 

Si fuese tan fácil reducir el ser madre a una lista de solamente dos campos opuestos, quizá muchas mujeres optarían por no serlo, pero afortunadamente para nuestra descendencia, el deseo de ser madre proviene de nuestros rincones más animales, carnales y emocionales y por más que la razón lo deseara, poco dominio tiene sobre estas libertades de nuestro albedrío.

Entonces, me pregunto, ¿qué es ser madre? Una pregunta fácil de responder de manera biológica, pero infinitamente compleja en práctica. 

Sólo sé que madre soy

Ser madre no es para todas. Hay mujeres que no quieren, otras lo son pero nunca debieron serlo, mientras que muchas de las que darían una costilla por serlo, nunca lo serán. C’est la vie.

Las madres vivimos en una batalla interna de emociones, somos un volcán durmiente que alberga los mil colores de la vida en su boca fértil de tierras ricas en nutrientes mientras lucha contra el cansancio, siempre regulando su lava hirviente, no vaya a ser que nuestra parte más vergonzosa estalle y convierta las orquídeas y colibríes que nos recubren en cenizas que flotan en un aire negro y denso.

Así es el poder que tienen los padres.

Tenemos total poderío sobre nuestros hijos, y les debemos la tarea de educarnos sobre cómo perciben el mundo para criarlos con respeto, dulzura y empatía. Debemos procurarles una infancia feliz y segura donde el sentirse seguros, protegidos y amados les brinde la confianza en sí mismos que necesitan para explorar el mundo y crecer a su propio ritmo.

La vida y sus momentos Hallmark

En un sentido más liviano, ser madre es conocer el amor como nunca antes lo habías vivido. Es volver a ser niño y olvidar que el pasto pica cuando juntos ruedan como troncos colina abajo, disfrutar del asombro de volar una cometa y entender el viento, entrar a la cueva donde vive el arcoíris y no simplemente al car wash, es hacer de lo rutinario maravilla.

Cada día de ser madre contiene al menos un momento Hallmark, cuando corre hacia tus brazos abiertos con una pequeña margarita en su manita para ponértela en la oreja, cuando llorando te pide el poder mágico de tus besos que hacen que cualquier herida no duela más.

Ser madre te enseña que tu afán no le importa a tus hijos, y que cuando hay una mariposa posada en una flor, hay que parar a contar cuántas manchas negras tienen sus alas.

Es aprender a resignificar el sonido petrificante de alerta cuando los bloques de madera caen de su caja y se riegan por doquier en el piso, sabiendo que la muy factible posibilidad de pisar la punta de un triángulo de madera con los pies descalzos en la mitad de la noche es poco precio a pagar por el caimán y Diplodocus cubistas que hicieron con papi.

Ser madre te cambia, desde el ancho de las caderas o las estrías secretas que nadie ve, hasta las ganas de quedarse despierta después de las 11 P.M. Pero aún más que tu físico, ser madre te cambia como mujer. No existe una dinámica de relación más única que aquella de una madre con sus hijos. Una mujer que ha sido madre sabe compasión y expresa su instinto materno con quienes ama. 

Ser madre es conocer el amor verdadero. El amor sacrificado, el amor que sólo busca el bienestar del bien querido, el amor que se carga de paciencia, de rectificación cuando sospecha haberse equivocado y que hace ojos ciegos a la decepción. 

El amor es sencillo

Con motivo del día de las madres, pregunté a mis familiares cuál era el recuerdo más bonito que tenían de su madre. 

Un poncho amarillo para caminar seco al colegio en días de lluvia, los refrigerios empacados cuando se iban de paseo con los amigos, los prenses perfectos de los uniformes, los abrazos y apapuches al dormir, ayudar con la tarea en inglés sin entender una palabra con sólo un traductor como herramienta.

Todos estos recuerdos son sencillos. No requieren dinero ni lujos, sólo de tiempo y dedicación. Y al final es esto lo que recibimos como el amor de nuestras madres: su amor, tiempo y esmero. Sentir que hay alguien en el mundo que se esmera para que te sientas amado, limpio, tranquilo y feliz.

No me lo agradezcas, hijo, lo hice porque te amo.

A las madres que están y a las que se fueron, gracias por todo su amor.