En la vida muchas veces se manifiesta el deseo de que todo sea perfecto. Más perfecto que un final feliz de película de Disney, cuando en realidad se asemeja más a los vericuetos sicológicos de Guillermo del Toro o la vida en figurines de Wes Anderson.
Como sea que se manifieste ese deseo, esa angustia existencial por que lo que se anhela se cumpla y no se pierda en un remolino de tedio, de desconfianza, de paranoia… A veces, en la vida, hace falta pellizcarse porque pareciera que estuviéramos en una película.
Por mi parte, una de las cosas que más me provocan ansiedad son los gentíos que se forman al confluir. Se me hace que muchas veces nuestra amada ciudad de Orlando nos prepara subliminalmente en la I-4 para la espera de los rides de los codiciados parques que alimentan a tantos y a tantas, unos desde el bolsillo, otros desde el entretenimiento, otros desde el servicio y otros desde el cumplimiento de un sueño, que es sumergirse en ese mundo de película.
Y eso es un poco lo que siempre pasa en Orlando.
El cine corre por las venas de los orlandinos y los kissimmeños.
La canción de Tito Nieves adquiriendo un nuevo sentido: “Vivo en un mundo de mentiras, fabricando fantasías.” Y me surge la pregunta, ¿Será que las personas que trabajan en Disney o en Universal la viven con un sentido más literal o con una nueva capa metafórica?
Por mi parte la canción me parte el alma. El sólo hecho de pensar en perder un hijo desgarra. Si ya con la distancia es suficiente.
Entonces, después de buscar esa perfección en la vida, surgen esos detalles que parecen imperfecciones, pero que bien pueden ser variaciones de la perfección. Además, dicen que el peor enemigo de la acción es el perfeccionismo. Por eso lo vital es actuar. Cada acción genera un resultado. Cada resultado se puede medir. Cada medición da pie a un análisis. Cada análisis revela fortalezas y debilidades, lo que permite dirigir un proceso de mejoramiento continuo.
De modo que la primera acción la tuvo Walt después de imaginar lo siguiente: “a clean, safe, friendly place where parents and children could have fun together!”
De ahí encontró un espacio amplio para que confluyeran todas las gentes del mundo. Y ya con la tierra, construyó. Ahora emplea a 12.1% del recurso humano de Metro Orlando.
Quizá la visión de Walter Elías Disney no llegó a imaginarse la congestión que causaría en las diferentes arterias de la City Beautiful. El TSA del MCO también se parece a la I-4 en el sur de Orlando a las 6pm.
En ese sentido, ¡qué Dios bendiga el carril express de la I-4! Y pronto directo hasta Champions Gate.
Bueno. Paciencia que el fast pass aplica para todo. Igual aplica en el TSA con el TSA Pre-Check, y luego los otros como Global Entry y Clear.
Y es que, en términos de costo beneficio, siendo el tiempo el mayor bien que tenemos y del cual disponemos la misma cantidad limitada cada día, surgen las preguntas: ¿cómo ahorro tiempo? Y ¿Cómo multiplico mi tiempo?
Lo cierto es que todo ese afán de película, de campanillas de botones, y resoplidos de brazos pneumáticos, de coros familiares embotellados en la autopista, todo ese color cultural que fluye por las venas de estas dos concurridas ciudades, hace del afán un estilo de vida.
Sin embargo, es un afán distinto al que se puede sentir en Nueva York.
Y no me imagino cómo serán esos trancones de Los Ángeles. El afán de Orlando proviene del turista, no del local. Y ese afán de comerse la ciudad entera en los días disponibles, con la mayor cantidad de actividades, al mejor precio es único. Una búsqueda de una satisfacción, una yincana de la felicidad y el cumplimiento de los sueños en el mundo del ratón.
Además del flujo de turistas, actualmente Orlando recibe entre 1,000 y 1,500 habitantes nuevos cada semana. Esa es otra de las razones por las que las filas se engrosan.
El Publix es uno de los pocos que logra controlar la horda que somos. Somos demasiados y cada día somos más. El crecimiento de la humanidad es exponencial. Y ahora por lo menos un 50% de mis amistades ya se reprodujo. Y en promedio tienen de a dos.
Ya que somos tantos, es evidente que el cumplimiento del sueño de uno, debe también ser el sueño de los demás, porque, al final del día, Orlando y Kissimmee son el resultado de perseguir un sueño en común, y verlo hecho realidad. También cabe observar que aquella primera acción, similar a como cuando se pone en drive el carro y se hunde el acelerador, a menos que se suelte, o se frene, va pa’lante y sin miedo al éxito.
Por eso los invito a que soñemos un Orlando y un Kissimmee libres de guerra y de trancones, fluido próspero e incluyente. Fuerte Unidos.
¡Qué Viva América!