Con la llegada del sol inclemente se evapora el pantano, cargando las nubes hasta que no pueden con su peso: sol de mediodía, aguacero de las cuatro.
Orlando en verano marcha al compás del sol y la lluvia. Vivimos en una suerte de aire acuoso, donde la humedad del Everglades y las nubes se desdibuja en el aire que respiramos, y por eso apenas pisamos fuera del aire condicionado, nos empapamos o derretimos, nos comenzamos a volver uno con el entorno.
Visto satelitalmente, Orlando hace parte de la cuenca del St. John’s River, que en español se dice Río San Juan.
Hacemos parte de una cuenca rica en agua, donde comienza a fluir hacia el norte, y los lagos interconectados quizá en algún tiempo milenario eran un sólo gigante como el Okeechobee.
Resulta que la cuenca del Everglades antes fluía como una hoja de papel hacia el sur, pero ahora fluye por canaletas al mismo ritmo de media milla por día.
Se me hace que estamos acumulando más y más agua, como cuando el cuerpo comienza a dejar de estar en su prime, y no se deshace de los excesos con sólo caminar.
Aunado al hecho que ahora somos muchos más, siendo Orlando casa Puertorriqueña por excelencia, aunque el Caribe hace presencia con Cuba y República Dominicana con su empuje y destreza. La población colombiana y venezolana va en aumento al encontrar una ciudad apropiada para la crianza de los hijos y el retiro de los padres. Orlando es ahora casa de Mini Brasil. Y la consolidada comunidad mexicana y centroamericana son parte esencial del boom económico de la Florida Central.
Por si fuera poco, la comunidad hispano- y latinoamericana representan poco más del 30% de la población de Orlando y más o menos el 67% de la población de Kissimmee: somos una fuerza económica productiva y de consumo imparable.
Cada día que pasa, las grandes corporaciones están buscando entrar a nuestro mercado para favorecer nuestro deseo de compra y persuadirnos a que nos vayamos con quienes nos valoran.
¡Y cómo no si somos prácticamente mayoría! Cuando vemos los candidatos al senado, cámara de representantes, al sheriff’s office, a la alcaldía, y hasta para la gobernación, vemos que estamos comenzando a popular la balota.
En este sentido me surgen dos posturas. La primera es de orgullo y asombro, pues hemos logrado incorporarnos a la vida americana y conseguido éxito en el proceso. La segunda, sin embargo, es de cautela, pues he notado aspectos culturales que chocan con las bases de la cultura estadounidense. Por ejemplo, es común el southern charm and courtesy que consiste en darle la vía al peatón, saludar con una sonrisa a quien sea, estar de buen humor en las interacciones sociales, el cultivo de la simpatía y la jocosería para mantener un ambiente libre de tensiones.
Pero como venimos de las culturas del “Vivo bobo,” del “Yo puedo más,” y del “Aquí voy yo,” terminamos en atropellos, ofusques y malos ratos entre conductores recién llegados y floridianos de cepa, entre los nuevos residentes y los de siempre.
Por eso el dicho “Cuando en Roma, actuar como los romanos” cae como anillo al dedo aquí, y a mi parecer, de obviar o ignorar dichas forma de actuar, puede resultar en problemas que no se habían pedido.
En ese sentido, considero que la clave para tener éxito en el Centro de la Florida reside en la cordialidad, la gratitud, la empatía, la simpatía y el cultivo diario de la armonía. Quizá la clave sobrepase los límites de la Florida Central y sean fundamentos para el éxito en cualquier lugar del mundo, pero son especialmente ciertas en esta región, donde confluyen los ríos de turistas del mundo entero que sólo buscan divertirse y pasar un rato ameno.
Así, Orlando y Kissimmee son la casa de las aguas del San Juan, el hogar de la hospitalidad, y el nuevo territorio para miles de hispanos y latinos que asientan sus vidas, sus negocios y sus familias junto a los cimientos de SeaWorld, Universal y Walt Disney World. Las aguas que bañan a los turistas y nos limpian en la forma de huracán. Las tierras del pantano que se convierten poco a poco en pista de baile para la salsa, la cumbia y el reggaetón.
Con bloqueador y paraguas, ¡pa’las que sea!
¡Qué viva América!