Cuenta la leyenda mexicana que en otros tiempos las personas solían reunirse en la iglesia durante la Nochebuena para rezar y recibir al niño Jesús con un regalo.
Pablo, un niño nacido en la pobreza, amaba la tradición, pero se lamentaba profundamente porque nunca tenía siquiera un peso para comprarle un dulce de regalo al niño Dios.
Fue así que una Nochebuena Pablo llegó a la iglesia y el dolor de su pobreza lo abatió al punto de llevarlo al llanto. Se escondió en una esquina de la iglesia y lloró desconsoladamente.
Y sus gotas rodaron por sus mejillas y encontraron camino hasta el piso. Y desde el suelo de cerámica, ahí donde caían las gotas, brotó una flor roja.
Pablo tomó la flor extasiado, comprendiéndola como un regalo divino.
“¡Una poinsetia!” dijo Pablo anonadado.
La tomó con cuidado, la llevó al altar y la depositó como regalo para el niño Dios, guardándose el secreto nacido de sus lágrimas.
Los demás visitantes notaron la flor por su esplendor y desde entonces imitaron el gesto hasta que se volvió tradición.