Orlando y el centro de la Florida padecen dos enfermedades que se están volviendo crónicas a pesar de que varias organizaciones y el estado las combaten, estas enfermedades son la pobreza y la falta de techo.
De acuerdo a una nota publicada en el Orlando Sentinel por Kate Santich, para enero del 2019 la Homeless Services Network of Central Florida contó 2,010 personas viviendo sin techo en los condados de Orange, Osceola y Seminole. Las familias están viviendo en la calle, el bosque o en albergues. Esto sin sumar el número de personas que viven en moteles semanales ni familias dobles y triples que comparten un mismo techo.
Por una parte, adjudican el fenómeno al incremento del costo de vivienda que pasó de un promedio de $930 a $1,472, lo cual hace que muchas familias carezcan la capacidad de pagarse una renta.
Por otra parte, la cifra de pobreza es alarmante, pues según la organización WelfareInfo con base en la ACS (American Community Survey) del 2017, 19.1% de la población en Orlando vive en pobreza, es decir 1 de cada 5.2 residentes.
Es con esta comunidad que José Alberto Hernández trabaja, pues para él esta es la población más vulnerable y propensa a caer en problemas de drogadicción, en caer en formas de violencia organizada como lo son las pandillas y así mismo resultar en la cárcel o el cementerio.
Además, José vivió en las calles de Cali, Colombia a los 10 años de edad:
“Yo era un niño mal portado, entonces mi mamá me botó a la calle. Ella pensó que no tenía el valor de irme, y yo me fui. Empecé a pelear con la vida a los diez años. Comí de la basura. Sufrí. Mi mamá puso signs del niño perdido y gracias a Dios encontré personas en el camino que me ayudaron hasta que mi mamá me encontró. Estaba perdido. Me lograron educar y aprendí que la calle no deja nada bueno. Así me metí a aprender boxeo, para defenderme y que nadie me estuviera dando puños en la cara.”
Otro fenómeno que José combate es el bullying: “Tú aprendes a pelear no porque te guste, sino porque tienes que aprender a defenderte. Te metieron un puño y ya no quieres que te peguen otro. Entonces dices ‘Voy a aprender.’ Esto se trata de ayudar, no es un show. Esto se trata de ellos.”
Boxeo: Educación para la vida
Lunar Boxing Club entrena de lunes a viernes de 4pm a 7pm en la entrada de los buses escolares de West Oaks Elementary School, un espacio donde cuelgan la bolsa de arena en una rama de árbol, donde el andén se vuelve el posibilitador del step, donde el ring es de cemento y carece cuerdas, y si llueve, se hacen en los corredores del frente del colegio, donde el techo que sirve para resguardar a los estudiantes mientras los recogen sus padres funciona como protección para el sparring.
Sin embargo, esta condición precaria para el entrenamiento no ha sido un impedimento para que José eduque a sus discípulos totalmente gratis:
“Vivimos de las donaciones de agua y chucherías. Lo de nosotros no es hacer campeones de cinturón, sino campeones de la vida. Que se gradúen, que vayan a la universidad, que sean profesionales. Aquí es para mantenerlos fuera de las pandillas, el cementerio y las drogas. No es para boxear, sino para que no te hagan bullying, para que no te golpeen en la escuela. Para mantenerte alejado del celular, las tabletas y el PlayStation durante estas tres horas. No es sólo boxeo, es educarte en la vida.”
Al preguntarle a los muchachos por qué y para qué entrenaban y qué habían aprendido, respondieron: “I’m here because boxing teaches you how to defend yourself,” René.
“When I first came I had anger issues, and I came to take out that anger. But now, I come to train and get better in technique,” Oshua.
“Yo quiero hacer ejercicio y aprender a defenderme para cuando la gente me haga bullying,” Suley. “We’re here for weight loss, discipline and the fighting experience.”
El coach asistente, Dean Grant, dijo: “I got my son and two daughters out here boxing. Keeping them out of trouble. This is important because being here versus on the streets doing something else is better. They need to be around people who can give them a little discipline, a little character to guide them in the right direction.”
El profesor de educación física de West Oaks Elementary School, Steven Franklin, quien dona guantes y ropa a la causa, dijo: “We dig what they do. We have a much better neighborhood and a much better school. A lot of these kids getting in trouble and locking themselves up. The more people step up, the better. That’s why I support somebody who step up. You see a need, you jump on that need. He’s (José) my hero, because a lot of folks don’t do that.”
Para José, lo más importante son los niños, y son ellos quienes se merecen toda nuestra atención: “Si tienes tiempo para ver una novela, jugar billar o pelota, tienes tiempo para darle 10 o 15 o 30 minutos a un niño. Eso es cuestión que tengas corazón de hacerlo. No importa del país que tú seas, si vienes a contribuir y ayudar a la comunidad y a los niños, puedes hacerlo. Todo es cuestión que tú quieras hacerlo.”
Hasta el momento José ha visto a sus alumnos graduarse de la universidad, entrar al Navy y al Army, y algunos ceñirse el cinturón como campeones de boxeo. “De cincuenta con uno que se quede, ya salvamos a uno. Se trata de hacer algo por la juventud y la comunidad, sobre todo en áreas como esta que está necesitada y es bien caliente. Eso es lo que hacemos.”