Cuando miro la hora, ya no noto tanto el minutero y el horario sino el año.
Los años están pasando tan rápido como el segundero. Pareciera que nada más ayer levanté la mirada hacia el calendario y era el inicio del 2022. Ahora llega el fin.
Otro ciclo se cumple. Un ciclo fiscal, un ciclo solar, otro ciclo lunar. Otro ciclo a los ánimos. ¿Y qué quedó? Nueva memoria, nuevos recuerdos que pronto se pintarán con el barniz sepia del tiempo.
Hace ya cuatro años que vinimos en busca de nuevas oportunidades. Salimos de Colombia con la necesidad de cultivar nuestras capacidades, de potenciar nuestras posibilidades.
En Colombia íbamos bien. Gracias a Dios y a la vida tenía un empleo excelente con la Universidad del Valle, esa institución que forjó mi profesionalismo en la práctica docente, que me dio el recurso financiero para poder enfocarme en desarrollar la literatura y a la vez proveer para la familia. Lo que pasa es que la incertidumbre laboral que se vive en Colombia cuando se es catedrático universitario es demasiado enervante, sobre todo cuando las protestas masivas detienen el desarrollo normal de las actividades.
Cuatro años ya.
Durante estos cuatro años hemos dejado sudor, sangre y lágrimas en las calles de la ciudad. Hemos ido encontrando un camino en el apoyo de los empresarios que, así como nosotros, vinieron acá con el propósito de generar un mejor futuro para su familia.
Y quizá todos pagamos un precio.
Por mi parte, el precio es estar lejos de mi madre y de mi primogénito. Lo primero es un poco más llevadero que lo segundo, y la ausencia física de esos seres amados en el día a día de uno hacen que la evidencia del tiempo se vuelva más notoria.
Cuando llega el hijo, después de sólo cuatro meses, vuelve más largo, con la personalidad modificada, con nuevas palabras y jergas aprendidas con los amigos, el cabello con otro estilo, gustos transformados. También llega la sensación de que no lo necesitan tanto a uno. Pero la verdad es que es cuando más lo necesitan.
¿Cómo estar ahí para un hijo sin estarlo? La voz, los valores, las filosofías, las enseñanzas y las vivencias, aquellas experiencias compartidas es lo único que queda después del tiempo.
El jeroglífico durará más que la pirámide, y es por eso que es tan valioso permanecer en su mente, con frases certeras, concisas, contundentes. Al final, nadie nos enseña a ser padres así como nadie nos enseña a ser hijos, sólo la intuición gobierna y la opinión pública.
Por eso me siento agradecido que mi hijo mayor vendrá a pasar con nosotros la Navidad y a celebrar la llegada del año nuevo. Me alegra pensar que una vez más podrá estar con su hermano menor compartiendo historias, camarote, juegos y peleas. Lo vital es al final reconciliarse. Buscar cómo hacer que prevalezca la armonía. Enaltecer aquello por lo que uno se siente agradecido para contarlo entre las bendiciones con las que cuenta en la vida.
Por eso, al ver a mis amigos ya canos, a mis padres con más figura de abuelos, a mi pareja con más forma de adulto, voy comprendiendo que la metamorfosis que vivimos constante como humanos, ese cambio de piel y mutación de personalidad, es lo necesario para poder ser ahora: somos cambio constante.
Somos como el agua que besa las rocas, como el viento que acaricia las copas de los árboles, como la lava ardiente que brota del volcán y forma nuevas islas, nuevos terrenos. Estamos hechos de la misma materia de los sueños y somos partícula compartida universal. Aquí y ahora en constante gratitud, en constante cambio, en constante recomprensión.
Es por eso que hoy me siento grato de ver un nuevo año culminar, porque hemos podido confluir y nos vamos volviendo avalancha, nos vamos volviendo fuerza imparable en estas tierras. Como fuerza Hispana y Latina tenemos todo por conquistar, y es el momento de confluir en un mismo caudal, para hacernos más fuertes, para encontrar las nuevas formas de la corriente.
Al final, todos llegamos solos. Pero todos llegamos aquí con el propósito de mejorar y ser mejores. Eso nos hace idénticos.
Y también, los que nos quedamos a hacer vida aquí, los que nos quedamos con la patria en el corazón, vivimos como embajadores vivos de nuestras culturas, pero a la vez adoptamos lo de aquí. Somos de allá y de aquí.
Somos una fuerza imparable a nivel económico, político y social. Está en nuestras manos el futuro de nuestra Florida Central, pues son nuestras manos las que ponen desde los cimientos hasta los techos, los que ayudan con las taxes hasta con asuntos legales, somos los que ahora cuidamos a los enfermos. Somos América, y le agradecemos por ser parte de nuestra familia.
¡Qué viva América!