¡Feliz año!
Lo bonito del nuevo año – o quizá lo terrorífico – es ese espíritu de deseo de renovación que invade los hogares y corazones de la gente.
Bonito, es obvio.
Esa expresión de lo que se anhela lograr es en esencia la manifestación de la capacidad de visión humana, esa capacidad de proyección que resulta en la creación de un camino a seguir, de unas metas a alcanzar, de unos sueños por cumplir, y que en esencia expresa aquello que se aspira alcanzar.
Es bello oír los sueños de los niños, sus padres y los abuelos. Es inspirador escuchar cuando la gente se quita los velos de fortaleza y revela su lado más vulnerable. Aquel gesto estrecha las relaciones, intimiza a los presentes y establece un llamado a ayudar a quien expresa esos sueños a responsabilizarse por cumplirlos.
Y es quizá allí donde la actividad se comienza a tornar terrorífica, pues así mismo como se expresan los anhelos, también toca confrontarse con todo aquello que se planteó hace un año y revisar lo que se logró y lo que no se logró. Lo que se cumplió y lo que no.
Es en esa visita al recordatorio de los anhelos lo que puede resultar frustrante y catapultar hacia el derrotismo a las personas.
Unos dirían que por eso es importante enfocarse en lo positivo en vez de lo negativo, pero a mí parecer, eso no basta. Ayuda pero no es suficiente. Sobre todo cuando lo no alcanzado es sustancialmente mayor a lo alcanzado.
Lo bueno es que existen tradiciones fenomenales para “dejar lo malo del año atrás”. La quema del año viejo en Colombia es común para quemar lo malo y darle bienvenida a lo bueno. En Chile queman al “mono” y en Nicaragua al “viejo”. Y en la quema de los muñecos se van los papeles escritos con los anhelos para el nuevo año y con todo eso que se quiere dejar atrás.
El acto simbólico, por lo menos a mí, me ayuda a reflexionar sobre el año, sobre lo que hice y lo que no. Y me ayuda a llegar a una paz personal a nivel emocional.
El nuevo año, con su llegada y su apertura a lo desconocido que la vida traerá, es similar a cuando uno se monta en un avión hacia un nuevo destino, o como cuando se rompe con las cadenas del sometimiento a la violencia y se comienza a caminar hacia La Bestia para llegar a la frontera de la oportunidad.
Una vez más un nuevo año. Cada año igual. Pero el paso del tiempo hace de cada año algo especial. Ya a nuestros padres los conocen mejor como abuelos, ya somos ahora nosotros los padres y las nuevas madres. Pero quizá el anhelo es siempre el mismo: darles a ellos, los niños, siempre lo mejor.
Y así se renuevan los años, los anhelos y las generaciones. Mientras unos nacen, otros crecen y otros mueren. El año viejo es el crematorio de las frustraciones, y el crematorio es un año viejo que deja risas y llanto.
Quizá el mejor aliado para evitar el lado terrorífico del nuevo año es además de compartir los anhelos con los demás, también es vital compartir las angustias y las frustraciones, así se descarga el peso del sentimiento de fracaso e insatisfacción, además que se abre la oportunidad para generar perspectiva, o por lo menos para sentir que no se está solo.
Desde América les deseamos un feliz año, que se les cumplan todos los sueños, que bajen esos kilos de más, que consigan su diploma, que su membresía al gimnasio no quede sólo en papel, que vea a sus seres queridos, que monte su negocio o consiga el empleo soñado, que nade con delfines o se lance de un avión, lo que sea que sueñe o quiera hacer, ¡le deseamos que lo haga!
A nuestros queridos anunciantes, gracias totales, feliz año y prosperidad, sin ustedes este sueño y anhelo no sería posible:
¡Viva América!