Los Primeros en Llegar
En 1893, llegó a la isla George Emerson Bean, el primer colono. En ese entonces George se tuvo que enfrentar a los caimanes, las cascabeles, los puercoespines y los mosquitos.
Eran tan voraces y tenaces los mosquitos, que a los borrachos los castigaban encerrándolos en la única celda de la isla, construida en 1927 para controlarlos cuando salían de la única taberna situada en el muelle. Dado que las ventanas sólo tenían barrotes, los mosquitos se filtraban por la ventana y devoraban al preso como escarmiento por sus malos tragos.
El significado de la celda es tan increíble que apareció en Ripley’s Believe It or Not. Y las torturas con mosquitos persistieron hasta que un incendio destruyó la celda en los años 40, pero por lo menos aprendieron a controlar su comportamiento si no sus copas.
Samuel Cobb junto a su esposa Annie tuvieron a Anna Maria, la primera hija de los colonos nacida en la isla. Pero el nombre de la isla no viene de ahí.
Origen del Nombre “Anna Maria”
Hay dos versiones: la española, que narra el nombramiento de la isla según sus costumbres de utilizar nombres de santos, por eso “María” por la madre de Jesús, y “Ana” por la madre de María.
La segunda versión es la Teoría Escocesa, que cuenta cómo un equipo de encuestadores de los Estados Unidos se detuvieron en Tampa en la casa de Madison Post, su entonces alcalde.
Los encuestadores decidieron nombrar la isla en honor a la esposa de Madison, Maria, y de su cuñada, Anna, debido a su amable hospitalidad. Aunque quizá también para honrar una petición sin registrar de Madison.
Sin embargo, no fue sino hasta 1894 que el capitán John R. Jones anotó el nombre de la isla en los registros federales. La isla de siete millas de longitud es ahora casa de tres ciudades: Bradenton Beach al sur, Holmes Beach al centro y Anna Maria al norte.
Comienza el Desarrollo
Cuando George Bean llegó a la isla, lo hizo bajo The Homestead Act. Esta legislación, instaurada en 1862, consistía en un otorgamiento de 160 acres de tierra a todo adulto ciudadano o aspirante a ciudadano que jamás hubiera alzado armas contra el gobierno de los Estados Unidos y estuviera dispuesto a adentrarse en tierras ignotas.
Además, los solicitantes debían comprometerse a mejorar el terreno construyendo una morada y cultivando la tierra.
Y así fue como comenzó Anna María, un trasegar de barcos, barcazas y pies que fueron abriendo el camino entre la maraña para poblarla con casas, muelles y calles. La pesca en la isla es abundante, tanto que en el pueblo pesquero vecino llamado The Village of Cortez apodaron The Kitchen a la isla de Anna María.
Los Indígenas y Cabeza de Vaca
Pero antes de los colonos españoles y estadounidenses, habían llegado los Tocobagan, quienes se adornaban con tatuajes para denotar su rango y a quienes se les atribuye la denominada Cultura de Safety Harbour. Esta consistió en un grupo político y civilizado de nativos que construían templos en forma de montículos para enterrar con cerámicas a sus muertos. La cultura se extendía de Pasco County hasta el norte de la Bahía de Tampa Bay, y hoy por hoy se puede apreciar su legado en el Parque Philippe situado en la ciudad de Safety Harbour, al norte de la Antigua Bahía de Tampa.
Lamentablemente, el inicio de la destrucción de los Tocobaga llegó con el colono Pánfilo Narváez en 1528. Según Álvar Núñez Cabeza de Vaca en su libro Naufragios, la expedición de 400 hombres buscaba lo usual de las expediciones de la corona española: plata y oro.
Pero el viaje resultó poco favorable, pues resultaron esclavizados durante 8 años por los Tocobaga. Cuando lograron escapar, de los 400 sólo quedaban 4.
Caminaron desde Florida hasta el norte de México, donde por fin encontraron el virreinato de la corona española y pusieron fin a 8 años de cautiverio y hambruna. Pero los Tocobaga sufrieron un golpe más letal que el de la pólvora: las enfermedades europeas los diezmaron. Probablemente fue la viruela. Aunque quizá con una gripa habría sido suficiente.
Y del mismo modo la isla tiene cientos de historias, como la reconstrucción del puente del ‘Cascabeleo de la Muerte’ el primer puente para autos hecho a la medida de los Ford T, el naufragio del pirata Jean Lafitte, la venta a NABISCO de la receta de las galletas de Fig Newton por un millón de dólares con los que pavimentaron la isla.
Anna María, Isla para Visitar
Así que la isla de Anna María no sólo ofrece playas blancas de aguas cristalinas, sino que además representa una ventana cultural hacia nuestro pasado compartido, ese pasado remoto que los italianos conjugan como fu, pero que para nosotros está a la vuelta de la esquina, o mejor, a la vuelta del cabo en la bahía. Así que vaya y gócese este paraíso.
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