Conocer la historia detrás del nombramiento de nuestro amado continente da luces sobre la importancia de saber dónde se está parado más que llegar primero.
¿Por qué nos llamamos América?
No sé si recordarán, queridos lectores, el tiempo de colegio donde nos hacían repetir como autómatas “Cristóbal Colón descubrió América. El continente se llama América en honor a Américo Vespucio.” En ese tiempo colegial lo que importaba era satisfacer el genio del muy querido docente de historia o geografía y así mismo evitar una ridiculización pública y cuasi-hereje por desconocer el origen del nombre de nuestro continente.
Pero, ¿usted nunca se ha preguntado por qué ‘América’ y no ‘Colonia’ o ‘Columba’? ¿Jamás se ha cuestionado por qué este continente no tiene un nombre indígena o africano? ¿Nunca le ha picado la curiosidad por conocer el motivo detrás del nombre de este continente en honor a un italiano originario de Florencia? Pues este artículo pretende arrojar un poco de luces sobre el suceso, y así satisfacer la curiosidad de unos y poner en cuestión la aceptación incuestionable de otros.
¿Quién era Américo Vespucio?
Américo fue el tercer hijo de Nastagio Vespucci, un notario y comerciante florentino que al morir le heredó las responsabilidades de sus empresas. Américo gozó de acceso libre a una de las principales bibliotecas de la ciudad gracias a su tío Giorgio Antonio Vespucci, quien era considerado como un hombre ilustre de Florencia. Además, Giorgio educó a Américo en una escuela que abrió para la aristocracia en su convento de San Marcos, donde lo inició en la ciencia, bajo las doctrinas de Aristóteles y Ptolomeo, recibiendo así educación en la astronomía, la cosmografía y la geografía.
Por medio de otro tío, Guido Antonio Vespucci, Américo trabajó durante 16 años con Lorenzo di Pierfrancesco de Médici, uno de los miembros de la ilustre familia Toscana que contribuyó al arte y la ciencia a través del mecenazgo, así como dirigentes florentinos, tres papas en el Vaticano, dos reinas en Francia y miembros de la realeza inglesa y francesa.
Fue por su vínculo con esta familia que Américo entró a administrar y auditar una agencia bancaria de los Medici en Sevilla. Allí conoció a Juanoto Berardi, un proveedor de esclavos y naviero con quien formó alianza financiera para el ensamblaje y aprovisionamiento de barcos bajo el respaldo de Pierfrancesco. Esta empresa fue partícipe en los preparativos de los viajes de Colón, y fue Berardi quien presentó a Cristóbal Colón y Américo Vespucio, quizá los dos hombres más conocidos en la historia de América, que resultaron siendo grandes amigos.
Cuando Colón retornó de su segundo viaje en 1496, Vespucio fue escéptico frente a las afirmaciones de Cristóbal relacionadas a la llegada a las Indias Occidentales. Con la curiosidad encendida, Américo decidió que aquello lo tenía que ver con sus propios ojos. Gracias a sus conexiones políticas, su conocimiento geográfico, matemático y astronómico, Américo era un candidato ideal para emprender la campaña.
En esta materia sólo la conciencia de los muertos, y quizá la divina, conocerán la verdad absoluta, pues la verdad histórica ha sido materia de controversia y desacuerdos frente a la realidad de los hechos. Un viaje lo realizó bajo auspicio de la corona de Castilla, bajo mandato del rey Fernando con fines de corroborar los hallazgos de Colón. Pero un viaje posterior, auspiciado por el Rey Manuel I de Portugal, lo llevaron a reconocer aquellas tierras que para él no tenían nada que ver con la India.
Fue así que se embarcó hasta 370 leguas al occidente de Cabo Verde, buscando respetar el tratado de Tordesillas que estipulaba una línea imaginaria entre los polos para delimitar los territorios castellanos y portugueses, siendo todo lo hallado hacia el occidente de los primeros, y lo hallado al oriente de los segundos.
Así, al llegar al límite acordado por los reyes de la península Ibérica, Vespucio hizo dirigir la nave hacia el sur hasta que llegó a lo que hoy conocemos como Brasil. Bordeó la costa hacia el oriente y cuando llegó a lo que hoy se conoce como Praia do Calcanhar comenzó la exploración hacia el sur. Como buen científico juicioso, Américo tomó nota de sus hallazgos mientras iba bordeando la costa. Llegó hasta lo que calculó era la latitud más al sur que jamás navegante había alcanzado, con 52°.
Fue ahí que decidió que debía retornar a Lisboa, donde el Rey Manuel lo esperaba impaciente. Además, debido a la inclinación hacia el occidente de la costa de América, a esas alturas ya había sobrepasado el meridiano que dividía las tierras entre españoles y portugueses, por lo que ya aquello no correspondía a la corona lusitana.
Ante todo, Américo Vespucio retornaba a Portugal con una conclusión determinante para el curso de la historia: aquello denominado por Colón como “Indias Occidentales” no era la India, sino una masa continental independiente aún desconocida al mundo occidental.
¿Y qué pasó cuando llegó a Lisboa?
Cuando desembarcó en el puerto de Lisboa, tuvo audiencia con el rey Manuel I y le hizo entrega de su diario de viaje. El rey se quedó con el diario y Américo se quedó en el reino con la esperanza de recuperar sus notas, y fue entonces cuando escribió una carta a Pierfrancesco donde le narró sus descubrimientos y su espera por el retorno de sus notas.
En ese momento histórico, las notas de Américo representaban un secreto de estado altamente celado por Manuel, quien cuidaba las cartografías portuguesas como un león su presa. Por lo tanto, era poco probable que Vespucio recuperara sus notas. En realidad, frente a ese tema queda un borrón histórico y no se sabe si en realidad las recuperó, pues en una de las cartas a Pierfrancesco, le manifiesta que en aquel cuaderno había trazado el desplazamiento de las estrellas en el sur y con ello pretendía contribuir a la ciencia sus observaciones astronómicas y así mismo pasar a la historia.
Pero la historia quiso que su nombre fuera recordado más allá de sus aportes a la astronomía. La carta enviada a Pierfrancesco se publicó en el libro Cosmographiae Introductio producido por la imprenta de la abadía de Saint-Dié-des-Vosges en Lorena, Francia. En aquel libro se publicó la carta bajo el nombre Mundus Novus y estuvo acompañado por el mapa Universalis Cosmographia dibujado por el cartógrafo alemán Martín Waldseemüller donde escribió AMÉRICA sobre el nuevo continente en honor a Américo Vespucio, el hombre que con su juicio científico y empeño observacional comprendió lo que los descubridores no habían comprendido.
Fue así como nuestro continente resultó con el nombre de América, nombre que ocasionó desagrado en la corona española y elevó los gritos de acusación de usurpador hacia Américo Vespucio, quien se convirtió en el objetivo de la ira, envidia e indignación española donde se consideraba que el continente debía llamarse Columba en honor a Colón.
Pero entonces, queda la cuestión, ¿puede denominarse Colón descubridor de estas tierras, o sería más adecuado decir que fue quien descubrió que navegando persiguiendo la caída del sol se llegaba a tierra firme? Cristóbal pudo ser el primer europeo en pisar estas tierras, pero fue Américo el primero en comprender adonde estaba parado.
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