La celebración del año nuevo revela nuestro nexo cultural al calendario gregoriano pero, ¿cuándo celebran los Mayas, Aztecas, Muiscas, Incas y Mapuches? Celebraciones, calendarios, cosmogonías y cultura
A lo Gregoriano
Es común que los habitantes del denominado mundo occidental estemos acostumbrados al calendario gregoriano o de la Era Común, con su comienzo de año el 1º de enero, su ciclo de 365 días y ¼, y su culminación el 31 de diciembre. Este calendario obliga a sumarle un día al año cada cuatro años, como es el caso del presente año, 2020, año bisiesto.
El calendario gregoriano surgió gracias a una corrección al calendario juliano que había instaurado el emperador Julio César en el año 45 antes de Cristo cuando adaptó el calendario solar del imperio egipcio al imperio romano. Este calendario egipcio fue el primero en establecer el año de 365.25 días.
El papa Gregorio XIII modificó el calendario en 1582, después de unos estudios realizados en la universidad de Salamanca y debido al desfase de los días con relación al clima y las estaciones. Además, la búsqueda era regular el calendario litúrgico para poder realizar las oraciones en el momento debido.
La transición entre los calendarios se llevó a cabo el jueves 4 de octubre juliano de 1582 que, en vez de pasar al viernes 5 de octubre, saltó al viernes 15 de octubre gregoriano de 1582. Con esto se recuperaron los diez días que quedaron rezagados y acumulados durante los más de mil años del uso del calendario juliano.
Este calendario tuvo eco inmediato en Portugal, España e Italia. Así mismo, las colonias españolas y portuguesas adoptaron la nueva medición del tiempo. En pocas palabras, el mundo católico adoptó el nuevo calendario, y tomaría otros dos siglos para que los mundos protestante, anglicano y ortodoxo lo adoptaran.
¿Y los Otros Calendarios?
El calendario gregoriano tuvo una aplastante acogida mundial, por lo que los demás calendarios del llamado nuevo mundo quedaron relegados a segundos y terceros planos a pesar de que algunos fueran mil veces más antiguos, como es el caso del calendario maya. Algunos llegaron al olvido, pero otros penden del hilo de la tradición oral, mantenidos con vida gracias a la transmisión de la sabiduría ancestral a través de la comunión y la palabra.
Vale preguntarse, ¿cómo sería hoy el mundo y su cotidianidad si hubiese primado el calendario de la Piedra Choachí de los Muiscas o la Piedra del Sol de los Aztecas, o el Tzolkin y Haab de los Mayas?
Por ejemplo, los Mayas y los Aztecas contaban con un calendario solar y otro lunar. El lunar era un calendario sagrado que consistía de 260 días y servía para llevar la cuenta de los rituales. El solar era de 365 días y servía para llevar la cuenta de los días. Cada 52 años, ambos calendarios coinciden para completar la Rueda Calendárica. Además, existe otro ciclo llamado 13 Baktun, el de Cuenta Larga, y este mide un período de 5,125 años. Este gran ciclo de Cuenta Larga culminó el 21 de diciembre del 2012 y por eso todo el frenesí de la interpretación apocalíptica del calendario Maya, pero en realidad no era más que la culminación de un largo ciclo.
De haber primado el calendario Maya, habríamos celebrado en grande el cierre del gran ciclo de 5,125 años y en este momento estaríamos en el séptimo año de la nueva era. En teoría ahí estamos, sólo que nuestra cultura actual se queda corta en darle la importancia que amerita la proeza astronómica.
En este sentido, la renovación de ciclos heredados de una cosmogonía europea monoteísta reduce las posibilidades celebratorias y ata a una sola forma de ver el mundo. Este hecho tiene un lado positivo, que es el de unificar la cultura y así mismo los rituales. Pero, por otra parte, es negativo ya que el carácter reduccionista no tiene un efecto minimalista sino limitante, y hasta podría decirse que castrante y censurante.
Sería interesante, entonces, que por lo menos incluyéramos alguno de los rituales extraviados, ya que de esa manera podríamos acercarnos a la cosmogonía silenciada, y así mismo nutrir nuestra percepción de la existencia.
En una nota personal, lo que más me interesa de la cristiandad es la profesión del amor, del budismo la unidad, del hinduismo la omnipenetrancia, y de las culturas nativas de América su vínculo con la naturaleza. Para los indígenas del nuevo continente, la esencia de los dioses estaba compenetrada con los elementos, los cuerpos astrales, los alimentos, las estaciones y la tierra. La denominada Pacha Mama, Hischa Uaia o Madre Tierra provee todo lo necesario para la vida humana. En ella se habita, por ella se alimenta, para ella se vive.
Por otra parte, el sol, la luna y las estrellas adquieren valores divinos. La voz de los astros establece el ciclo agrícola y avanza el gran giro de la vida. El agua, el fuego y el viento son aliados espirituales y los taitas o abuelos son la voz de la sabiduría ancestral, la voz de la experiencia acumulada, aquello que merece un oído así sea por prudencia y respeto.
A través de estas cosmogonías se abre la puerta hacia la gratitud por existir y hacia aquellos detalles que dan gusto vivir.
¿Cuál es el calendario correcto?
El calendario más aceptado a nivel mundial, el que gobierna el mercado y las festividades laicas y religiosas, el calendario de París, Cali y Orlando es el gregoriano. Pretender reemplazarlo por alguno de los anteriores carece sentido práctico, pero reencontrarse con aquellos calendarios sí permite ampliar el sentido de pertenencia y de propiedad cultural.
Un calendario es una forma de relacionarse con el mundo, el tiempo y el universo, es la manera de establecer ritmos de rito, forjar identidad y cultivar cultura. Borrar un calendario es semejante a tachar la espina dorsal de la historia de una sociedad, es un comienzo de la desaparición de un saber y una ciencia. Es el extravío de una forma de ser.
Dado que la intención es cultural y de encuentro raizal, vale la pena apelar a la curiosidad propia. Por ejemplo, ¿qué día cumplo años según el calendario Mapuche? ¿Cuál es mi nawal de acuerdo con mi fecha de nacimiento? ¿Cuándo es mi aniversario Azteca? ¿Qué significados acarrea el día de la muerte de mi abuelo para los Incas?
La identidad es un proceso que requiere el encuentro con nuestra procedencia, y aún si ya sabemos quiénes somos, siempre existe la posibilidad de descubrir que se es algo más.
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