El venezolano Luis Argenis Ramírez de 56 años crea esculturas con lo que otros llaman “chatarra”, pero que para él son su materia prima: partes mecánicas.
Encontrando el arte
Luis Argenis Ramírez no es un artista de carrera, es alguien a quien el arte lo encontró por casualidad disfrazado de ingenio y recursividad. Así mismo, a través de sus 30 obras ya terminadas, el artista va asentándose cada vez más.
Cada una de las esculturas de Argenis comienza como un reto personal. Imagina una figura y la va armando como un rompecabezas, tomándose el tiempo necesario para buscar cada pieza que dé el aspecto y la forma exacta que busca. Algunas piezas las rescata antes de ser desechadas, otras las compra. Si la pieza como la necesita no existe, la crea a partir de otras.
Para él crear su arte no es cuestión de expresarse ni de perdurar, sino más bien de jugar con unas piezas que a lo largo de su vida ha llegado a conocer muy bien y de darles una segunda utilidad más ornamental.
Pero no se trata sólo de reciclar las piezas, pues el arte de Ramírez va más allá. A través de su arte, Ramírez le brinda a las partes mecánicas lo que la vida le brindó a él después de dejarlo todo para emigrar a este país: un renacer.
El Despertar de un Artista
Luis Argenis conoce su materia prima como da Vinci los óleos. Empezó a trabajar como ayudante de taller a sus 11 años en Venezuela y desde entonces esas piezas que hoy usa para sus obras se convirtieron en su pan de cada día.
La vida en Venezuela no era fácil, pero gracias a “la universidad de la vida” y su conocimiento de mecánica, Ramírez se las arreglaba siempre. Fue dueño de una empresa de reparación de vehículos hasta que en el 2015 decidió emigrar para radicarse aquí en Orlando debido a la difícil situación actual de su país natal, viéndose obligado a buscarse una mejor vida por fuera.
Pero fue también el detonante que afianzó el arte en su camino, “Esto era algo que siempre he llevado, pero que nunca lo había desarrollado,” dice Ramírez.
Durante un viaje a Las Vegas, Ramírez vio un “Terminator” hecho de partes mecánicas exhibido en un hotel. “Le dije a mi esposa, ‘yo voy a hacer uno mejor que ese,’ no por alardear sino para demostrar que tenía idea para hacerlo,” dijo Ramírez.
No era un reto totalmente fuera de carácter para él, ya que había hecho pequeñas figuras a partir de partes mecánicas antes por mera recreación, pero nunca nada tan ambicioso como el Terminator que se exhibía por un precio de $27,000.
Luis sabía que podía hacerlo mejor. Tardó tres meses en terminar su primera obra, trabajando diariamente entre tres y cinco horas después de la jornada laboral en el taller.
“La gente decía que estaba como loco trabajando en esos muñecos, que eso era para gente que no tenía nada que hacer,” dijo Ramírez.
Cuando terminó, el Terminator era más alto que un hombre, con mandíbula móvil y ojos que se encienden con luces rojas.
Al Terminator le siguieron más creaciones: una Estatua de la Libertad con su respectiva antorcha y corona de siete puntas, Abraham Lincoln sentado en su silla tal como aquel gran monumento de Washington, D.C., un robot pensador al mejor estilo Rodin, una sirena, un dragón, un indio Sioux y varios personajes más que conforman un arsenal de casi 30 esculturas que exhibe orgullosamente en la sala de su casa en Poinciana.
“Me llena de orgullo que me pregunten que dónde estudié arte o ingeniería porque yo estudios no tengo. Yo sólo hice hasta sexto. Yo hago esto porque me da tranquilidad, además hace parte de un proyecto de vida,” dijo Ramírez, quien ya ha rechazado ofertas de miles de dólares por sus esculturas.
“Las obras no son para vender así sueltas, sino que forman parte de un proyecto a largo plazo,” dijo Ramírez, quien espera el momento para que sus esculturas reciban el valor que merecen y así poderse dedicar de lleno al arte.
Creaciones de una mente recursiva
Mirando las obras de Ramírez se puede apreciar cómo poco a poco se va volviendo más atrevido. De haber empezado sólo por querer mejorar una obra ya existente a dejar volar su imaginación, Ramírez se ha permitido explorar los alcances de la representación.
En una de sus obras que parece un extraterrestre de Hombres de Negro, un pequeño torero con su rival de cuernos adorna una de las plataformas de la figura. En esa misma creación también se posa un pájaro, un helicóptero, un avión y dos pequeños hombres uno sobre el otro en la punta cargando un disco con el símbolo de las olimpiadas adentro. Cada detalle se ve posicionado con una delicadeza ajena al material que sólo el artista puede darle.
Es ahí cuando con las obras de Ramírez el espectador encuentra una invitación a entrar a una segunda realidad, una donde estas piezas pueden ser uno mismo disfrutando un domingo en el parque con su ser amado jugando a que aún se puede ser niños, aunque sea por un breve momento de juego.
De este modo, a través de su obra Luis Argenis despierta la imaginación del observador, lo invita a sentir y aviva su gana de soñar despierto.
Ramírez mejora a diario y sólo queda seguirle el paso para ver cómo, poco a poco, ahonda en su lado artístico que por tanto tiempo no pudo disfrutar, pero al que ahora se entrega todos los días con la disciplina de alguien que sabe que por fin ha encontrado su pasión en la vida.
Nota del editor: Pueden seguir a Luis en su Instagram @luis.a.ramirezjaimes
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