Con 30 años recién cumplidos, Diego actualmente es dueño de 15 propiedades en Florida, Louisiana y Texas. Además, el año pasado vendió 33 casas a través de su grupo de Keller Williams Realty. Por si fuera poco, lidera un Mastermind en Austin con 50 miembros, a quienes empodera en su búsqueda de independencia financiera.
Y Diego tiene todo eso, pero no tiene papeles.
Hablar de ilegalidad en este caso sólo cabe en el ámbito jurídico, pues sus padres se aventuraron con sus dos hijos menores hacia la búsqueda del sueño americano, y ellos crecieron aquí. Llegaron desde San Borja, Lima, con visa en avión, y cuando se expiraron los seis meses de estadía, los padres decidieron transformar su estancia de temporal a permanente.
Los hijos simplemente permanecieron junto a sus padres. Diego comenzó a asistir a tercero de primaria y asimilar el idioma. Se acostumbraron al Cartoon Network y Los Simpsons en inglés, poco vieron al Chavo del Ocho y se inclinaron más por la Coca Cola que por la Inca Kola, la Fanta y la chicha morada.
Y todo iba bien en la tierra de la Libertad, hasta que llegaron los encontrones con la burocracia. Cuando Diego fue a sacar su licencia de conducción al cumplir los dieciséis años, la funcionaria le pidió una prueba de ciudadanía. Al preguntarle a la mamá por aquella prueba, ella respondió:
“Mijito, no tenemos ese documento.”
Su mejor amigo, Pascal Wagner, se ofreció a ser su aventón durante la época del colegio, y así continuaron hasta que se graduaron de Florida State University, donde nos conocimos en las canchas de fútbol y luego jugamos juntos en un equipo de Intramurals.
Pascal no sólo fue el ride de Diego, sino que fue el apoyo necesario cuando el dreamer peruano consiguió que una compañía con la que estaba haciendo su pasantía le ofreciera un contrato.
Diego dice: “Me pidieron un documento que certificara que podía trabajar. Cuando le pregunté a mamá me dijo ‘Mijo, no tenemos ese documento’.”
De modo que la compañía no podía contratarlo, pero encontraron un loophole legal donde Diego podría trabajar como subcontratista por medio de su propia empresa. Como Diego no tenía papeles, Pascal le prestó su nombre y seguro social para formar una empresa en la que Diego figuraría como parte dueño y manager.
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De esta manera consiguió mantener un flujo de trabajo y de dinero durante sus tiempos universitarios, tan necesario ya que por carecer ciertos papeles, Diego no pudo acceder a recursos gubernamentales tales como el Pell Grant, State Grant o University Grant. También le negaron algunas becas privadas debido a su situación migratoria.
Pero con las pocas que consiguió, unido a los trabajos como subcontratista y el firme apoyo de sus padres, Diego logró graduarse en diciembre del 2012 de la universidad con doble titulación en Informática y Negocios. Y con cero deuda estudiantil.
General Motors lo contrató de inmediato ya que el entrevistador quedó sorprendido porque Diego le había mostrado un portafolio de trabajo real, no de trabajos universitarios para las clases como los demás.
“Siempre he dicho que aquel obstáculo de no poder trabajar como cualquier otra persona de este país ha sido en realidad una bendición disfrazada, ya que gracias a eso entré a Corporate America, y ha sido la base de mi empresa hoy.”
Así, a los 22 años Diego se muda a Austin. En el trabajo se sentía cómodo, pero dice que recordaba con frecuencia la lectura durante la universidad del libro best seller de Robert Kiyosaki, Padre Rico Padre Pobre, y retornó a su lectura.
Diego dice: “Hubo algo que se me quedó de ese libro, y es que hay dos maneras de hacer dinero. La primera es vendiendo tu tiempo de trabajo por dinero. La segunda es haciendo que tu dinero trabaje para ti.” Entonces tomó la decisión de vivir con sólo el 60% de su salario y ahorrar el resto para una futura inversión. “Analicé mis gastos y me di cuenta que en lo que más gastaba era en vivienda, así que comencé a pensar en formas en las que reduciría ese gasto, y en lo posible, eliminarlo.”
Fue entonces cuando compró su primera casa. Con 5% down, en este caso $8,000 dólares, Diego cerró el negocio y ese mismo fin de semana ya estaba viviendo en el máster. Digo en el máster porque las otras tres habitaciones ya las había alquilado. Con el alquiler de las habitaciones, Diego lograba cubrir la hipoteca y el pago del carro.
Diego repitió este proceso con una segunda casa, sólo que ahora recibía el dinero de todas las habitaciones de la primera, más el ingreso de las otras tres en la nueva casa. Diego llama esto House Hacking, y así fue adquiriendo propiedades hasta las 15 que tiene hoy.
Se licenció como Realtor, renunció a GM y Corporate America, y ahora disfruta de sus rentas, es independiente financieramente, y hoy le ayuda a personas como él a cumplir sus sueños de alcanzar esa independencia financiera. En sus palabras: “La independencia financiera no es ser millonario, sino poder tener la libertad de decidir qué hacer con tu tiempo hoy, bien sea usarlo para trabajar, o tomarse el día libre un martes para pasarlo con la familia. Está bien si tu trabajo en Corporate America te hace feliz, la cuestión es si tienes que ir al trabajo o si decides ir al trabajo. Esa es la gran diferencia.”
Así, Diego está viviendo su versión del sueño americano, que en sus palabras “Varía dependiendo de la persona, pero al final del día, se resume en poder hacer aquello que quieras hacer.