La Familia en América

A nadie le entregan un manual para vivir, pero abundan los expertos de la vida y los que te dicen cómo tienes que vivir la tuya.

También le llega a uno el momento donde le quiere ayudar a sus hijos y les dice cómo vivir, pero como hijo de tigre sale pintado, resulta que los hijos saben más que uno.

Luego, cuando los hijos se hacen padres y los padres abuelos, los nuevos padres le dicen cómo vivir a los nuevos abuelos, mientras las abuelas toman las riendas para ayudarle a las nuevas madres a cuidar ese nieto.

Y así, el círculo se repite, una y otra vez.

Por lo menos en nuestras culturas hispanas y latinas tenemos la costumbre de permanecer cercanos a la familia. En Florida, al ser un estado mayoritariamente de retirados, se nota una división familiar pues los abuelos viven lejos de los nietos, a quienes ven únicamente durante las vacaciones de verano o invierno.

A su vez, que los abuelos estén aquí trae una oleada de familias nuevas, sobre todo hispanas y latinas, en busca de la “ayuda de la madre” para la crianza de los hijos. Quizá para algunos sea extraño pensar en la madre como una ayuda para el hogar, pero para otros es un hecho dado.

Son las abuelas las que conocen las pócimas secretas para aliviar los dolores y los pasos a seguir durante los 40 días de reposo después de un parto. Son las abuelas las que se encargan de preparar los menjurjes favoritos de los nietos y de las hijas, que nadie las conoce mejor…

Así, entonces, nos la pasamos por la vida dando y recibiendo consejo sobre cómo vivir, pero al final, el único que decide es uno, a menos que tenga suegra mandona…

Ya fuera de chiste, hasta Dios otorga el libre albedrío, y es esa capacidad la que nos diferencia de los animales y los insectos, que pareciera que viven en piloto automático de supervivencia.

Los que vivimos en sociedad intercambiamos nuestro tiempo por dinero o invertimos nuestro dinero para recibir réditos. Esas son las dos fuentes principales. Una forma de combinarlas es invertir en algo que produce trabajo y así el dinero se multiplica. O montarse un rifle e irse al monte a cazar venado.

Cada quien.

La tierra Estadounidense es bella por la cantidad de oportunidades y de posibilidades que las personas tienen para simplemente ser y trabajar por los sueños. Por lo que se quiere. Por lo que se ama. Donde los límites son autoimpuestos y las dudas son apenas obstáculos para alcanzar las metas.

Cada quien vive como mejor puede, y como mejor sabe.

Y cada quien cree que su modo de vivir la vida es el mejor. 

Hasta que ya no lo cree.

Y busca. Se reeduca. Renace.

La autonomía que otorga la libertad de empresa este país no tiene comparación. Dado que existen tantas empresas, así mismo existen oportunidades de empleo. Y todos encuentran relativamente fácil un lugar. 

Un lugar dónde ser útiles.

Ahora, con la migración masiva, quizá es una oportunidad para crear empresa y ser parte de la legalización de una nueva economía, una nueva inyección al desarrollo de la nación.

Hemos estado viendo Gold Rush, la serie sobre los mineros de oro en el Klondike. Una de las grandes reflexiones que me surgen de ver el show, es lo relacionado a la oportunidad de ser parte de la creación de riqueza de la nación. ¿Cómo? A través del sistema de Concesiones o Claims. 

El sistema de concesiones consiste en el manejo de unas tierras por parte del gobierno federal a través del Bureau of Land Management a las que todo ciudadano americano tiene derecho a explotar y extraer sus riquezas. Esto es interesante porque podemos ser parte activa de la extracción de commodities a la vez que generamos empleo y empresa.

Estos son el tipo de oportunidades que no vemos en Colombia, por ejemplo, y que de hecho resulta en concesiones a empresas extranjeras que luego terminan en conflicto con bandas criminales lo que las lleva a demandar al gobierno por sumas casi mayores a las que habrían podido extraer.

Así, quizá lo que más genera felicidad es estar feliz con las cartas que te jugó el destino, pero de ti depende el bluff que te lleve al siguiente nivel sin importar las cartas de tu mano.

A vivir se dijo.

¡Qué viva América!